Ecocidio, proyecto soja en Río Negro
Por Daniel Montero
(Técnico en Planificación Ambiental, Consultor Ambiental
y militante de la CTA Río Negro)
Desde el lanzamiento del proyecto “soja China en Río Negro”, donde la provincia planea poner en producción 320.000 has. de soja, trigo y colza se planteó una fuerte reacción y oposición por parte de diversas organizaciones sociales, sindicales y ecologistas. No existe precisión sobre la iniciativa, al menos así lo destacan los medios de la región y la básica información oficial, pero en principio, el acuerdo con la provincia China de Heilongjiang consta de una primera etapa para poner bajo riego cerca de 3000 has donde la empresa estatal transnacional Beida Yuang invertiría 20 millones de dólares en estudios de factibilidad y riego. La provincia de Río Negro se constituiría en pool de siembra, similar a los que se desarrollan en la pampa húmeda, ya que garantizaría a la provincia China, en forma poco clara, el alquiler de la tierra y la producción obtenida. La obra de regadío, utilizando diversos métodos sería la inversión que deberá afrontar Beida Yuang, mientras que la provincia entregaría en concesión las tierras para desarrollar los cultivos de soja, alternando con trigo y colza.
La falta de debate y acciones con la sociedad rionegrina sobre el modelo de desarrollo, los alimentos, el agua, el suelo, las consecuencias ambientales sobre la salud y los ecosistemas y la soberanía alimentaria hacen que estos acuerdos parezcan una oportunidad única ante la crisis que acarrea la administración provincial.
El modelo “agronegocios” se sustenta y es rentable en la medida que ciertas condiciones le permitan desarrollarse: el alto precio momentáneo de mercado que se paga por los granos, el aceite, la harina y “biocombustibles” pero requiere que el paquete sea altamente eficiente y esto se da con alta concentración de la tierra en manos de muy pocos empresarios del agro, pilar fundamental de la rentabilidad, dado que este “commodities” (mercancía) genera riquezas en la medida que no se comparta el negocio con otros. Otra condición es la necesaria tecnificación, determinada por un paquete tecnológico que va desde las semillas transgénicas, híbridos de alto rendimiento modificados genéticamente que incorporan un gen de resistencia a lepidopteros, la sobre utilización de fertilizantes para garantizar nutrientes que capturan las oleaginosas en mayor medida que otros cultivos, el cual sigue dando un balance negativo en la pampa húmeda (corazón del complejo sojero) y que permite inferir que desde hace una década estamos exportando suelo; el aumento creciente de glifosato, conocido comercialmente como ROUNDUP que después del “fallo Peralta” aún no queda demostrado que este potente herbicida sea “biodegradable” y no afecte la salud y la vida de las personas.
Este poderoso “agrotóxico” contra plagas y malezas sólo deja en pie a la soja RR (resistente al Roundup), eliminando y transformando el equilibrio y diversidad del ecosistema por completo.
Finalmente una importante característica que hace de este modelo un negocio de alta rentabilidad: la siembra directa, que permite sembrar sin labrar o arar el suelo y por ende no requiere más que de un trabajador cada 500 has., promoviendo la desocupación y el éxodo de trabajadores del campo a las ciudades, como ya ocurrió en grandes regiones de nuestro país.
La condiciones agroclimáticas hacen suponer ciertas limitaciones de este proyecto en nuestra provincia ya que sería la primera experiencia a gran escala sobre climas áridos. Exceptuando a Córdoba, sur de Santa Fe, Entre Ríos y Norte de la Provincia de Buenos Aires la soja es considerada un cultivo marginal, dados los condicionantes agroecológicos, pero principalmente porque en otras áreas las extensiones de tierra son pequeñas, están lejos de los 15 puertos privados cerealeros de Argentina, concentrados en Santa Fé, como así también de la industria de derivados (aceite y harina principalmente) elevando el costo del flete.
Del total de productores el 50% se concentra en el corazón de la Pampa húmeda, también la mayoría de los “pules de siembra”. El restante 50% son pequeños productores, que lejos de subirse al tractor a las 5 de la mañana y bajarse a las 6 de la tarde, son herederos que viven de la renta o alquiler del campo a los “pules de siembra”. En todos los casos quienes ganan no son los trabajadores, ni los productores, sino quienes hacen buenos negocios sin considerar los efectos negativos en el ambiente, la salud y la soberanía alimentaria.
Economías de enclave: la experiencia “exitosa” en Río Negro y Neuquén
Los commodities surgen antes que la planificación productiva, cotizan en bolsa y quedan a la espera que los inversores los tomen y desarrollen, torciendo con falsos argumentos las economías locales, generado desempleo, exclusión y transformación de la identidad socio productiva.
Hace algunos años se destacaba la inversión y el desarrollo que traería EXPOFRUT a la región. Sin fronteras y sin límites explotó un área bajo riego de uvas de mesa que devino en una crisis, dada su baja rentabilidad, y dejó el saldo de 500 trabajadores despedidos en Chimpay (cosecha 2010). En el Alto Valle, esta empresa, junto a otra empacadora llevan despidiendo a más de 200 trabajadores en esta temporada, debido a la crisis por la que atraviesa el sector frutícola, dicen los especialistas. Solo el Alto Valle muestra una concentración de la economía, basada en los monocultivos de peras y manzanas, de más del 50%. De las 112.000 has. bajo riego, unas 67.000 están en producción, de estas la mitad están en manos de siete corporaciones integradas vertical y horizontalmente.
Disponen de la tierra, sea como propietarios o arrendatarios, los empaques, el transporte y el puerto. Sus trabajadores están limitados en la defensa de sus derechos y la espiral hacia la caída parece no tener fin. Como ejemplo, grupos de productores afirman que existen 25.000 has. bajo riego abandonadas en el Alto Valle, con ellas se podría hacer un nuevo emprendimiento de agricultura familiar y proveer de alimentos frescos a toda la región, así como dar trabajo a mucha gente, pero eso significaría abandonar y combatir el modelo “agronegocio” y de economía de enclave ordenado por los titulares de la concentración capitalista, que tanto le gusta al gobierno actual.
Cuando un área bajo riego, deja de ser rentable las responsabilidades se diluyen y los oportunistas del mercado de tierras, hoy llamados desarrolladores inmobiliarios, rápidamente lo convierten en barrios privados. Las “tomas” y “recuperaciones” no son parte de la política de tierras del mercado y en muchos casos tampoco son parte del reconocimiento del déficit de Estado. Solo en Cipolletti, una de las ciudades que más se ha expandido sobre suelos bajo riego presenta la triste realidad de 22 tomas en sectores periféricos y generalmente marginales de la ciudad, donde sus principales representantes se encuentran procesados.
Perdemos suelo, trabajo y posibilidades de un desarrollo futuro, principalmente por la falta de políticas públicas que garanticen estos derechos vulnerados. Sumado a esto la falta de espacios participativos que favorezcan el debate hace que los sucesivos gobiernos impongan verticalmente estos proyectos, con gran desconocimiento de las dinámicas ambientales y las fuerzas de nuestros ecosistemas tan frágiles como temibles, cuando la naturaleza sorprende con fuertes lluvias y vientos o heladas tardías.
El complejo sojero es fugaz y volátil, no está interesado en debatir el futuro de una sociedad, la satisfacción y garantías de los ciudadanos, ni el ambiente sano y equilibrado para esta generación y las venideras. Habla descaradamente de las riquezas que terminan quedando en manos de unos pocos y nada dice sobre la soberanía alimentaria. Es una oportunidad que si perdura, es para pocos y si se van dejan las consecuencias en manos de los Estados locales y en algunos casos, muy pocos, se extienden las responsabilidades a los provinciales.
El debate que se viene dando a lo largo y ancho de la provincia, motorizado por las diferentes organizaciones, se basa en el modelo productivo que queremos los rionegrinos, es oportuno en la medida que estos proyectos, como el de la soja, no se hayan desarrollado. Tal vez sea necesario contar con estudios e inventarios de nuestros potenciales, tarea que le corresponde no solo a la población del lugar, sino a los centros de conocimiento como universidades, centros de investigación y formación, pero por sobre todo tenemos una cuota de responsabilidad quienes luchamos por la vida y los derechos humanos al agua, a la alimentación sana, en cantidad suficiente y de acuerdo a nuestra identidad, al trabajo, al ambiente y a la salud.
Foto: PFP