En este momento estás viendo Relato de un viaje militante más allá de la Línea Sur

Relato de un viaje militante más allá de la Línea Sur

El lunes veinticuatro de enero de 2.010 alrededor de las 17 hs., con 41 º de temperatura,  salimos de Fisque Menuco (Gral. Roca) rumbo a Jacobacci. Ahí haríamos noche con la firme intención de llegar a las escuelas que están más allá, bastante más allá de  la “Línea”;  para hablarnos, escucharnos y mirarnos “cara a cara” con los compañeros y las compañeras. Nos hace bien volver sobre nuestras palabras…las que decíamos en la campaña: “vamos a volver”. Y volvimos.

A la mañana siguiente, con una temperatura un poco más amigable, rumbeamos hacia Anecón Grande. Ahora Tony se ha sumado al grupo como integrante de Departamento de Salud, pero sobre todo como militante y compañero.

Hacia delante la inmensidad de la meseta patagónica, hacia atrás las nubes de polvo que levanta el vehículo que nos transporta y a los costados unos choiques huyendo despavoridos, que obligan a detener la marcha para inmortalizarlos en una foto.

Sin transición dejamos el camino ancho y arenoso y nos metimos por uno más angosto, pedregoso, quebradizo, complicado…Seguimos marchando, mucho más lento pero marchamos. A los choiques que aparecen de la nada y se escabullen por la línea que los separa del cielo, se suman piches,  martinetas y  lagartijas. Imperdonable no retratar esa realidad. Esa realidad que es parte de la vida cotidiana de las compañeras y los compañeros a cuyo encuentro vamos.

Son las 13,35 y llegamos a la Escuela 197 de Anecón Grande ubicada a 90 km de Jacobacci y a 2.015 metros de altura. Nos sale a recibir la “Seño” ( Directora con grados a cargo), con la cautela de quien rara vez recibe una visita. Saludamos a los niños y niñas, también a la cocinera. Recorrimos las instalaciones y de a poco, sin apuro, las carencias  fueron apareciendo: las áreas especiales nunca existieron, no hay seguimiento del ETAP,  tampoco internet, ni señal. La variedad y calidad de los alimentos no responden a lo que “aconsejó” una nutricionista pero a la vez, aunque parezca paradójico, esos consejos no contemplan para nada los hábitos y pautas culturales de quienes viven allí. Entonces la “Seño” y la cocinera se las ingenian para preparar una comida que alimente el cuerpo y el alma de los pequeños y las pequeñas. La capacitación es solo una palabra que suena a desesperanza en medio de caritas y manitos oscuras y quebradas de tanto sol, viento, piedra y arena.

Un capítulo aparte merece la “compensación por movilidad”. No alcanza a compensar cuando no se tiene vehículo propio y cuando se lo tiene menos,  porque solo compensa el combustible pero no el deterioro (neumáticos, amortiguadores, ejes, frenos, etc, etc, etc). La compensación que no compensa se transforma en la “movilidad” que te deja inmóvil.

Nos hubiera gustado quedarnos un poco más pero son varios los kilómetros que nos separan de la escuela de Pilquiniyeu del Limay. Y mientras que llenamos el termo con agua para el mate la “seño” nos pide que dejemos algo escrito en el Libro Histórico. Nos sorprendimos gratamente y con gusto, pensando y sintiendo cada palabra… escribimos. Por estas horas, la UnTER ya es parte de la historia de la escuelita 197 de Anecón Grande. Y de vuelta a desandar y andar caminos, hay que recorrer los 140 km que nos separan de Pilquiniyeu, 140 km de travesía patagónica que a  esta altura del día suenan más a 280 por lo menos.

La charla sobre lo vivido en la escuela hace que por un rato nos olvidemos del paisaje. Pensamientos, sensaciones, dudas, preocupaciones, se entremezclan con anécdotas, “gastadas”, chistes y algún que otro cuento. De pronto el silencio… cada cual en lo suyo; tan para adentro que alguno comienza a dormitar y justo cuando iba a adentrarse en el sueño profundo un vozarrón que grita: “¡ Pará, pará !… que ahí hay michay”. La parada es obligada, es el fruto que identifica a la zona y que hasta el más escéptico quiere probar. Las explicaciones biológicas acerca de la planta se entremezclan con las leyendas que lo tienen como protagonista; las bocas van tomando una coloración violácea a raíz de la degustación que ha dejado  de ser  tan cuidadosa, mientras los dedos sufren los pinchazos de las plantitas que se defienden ante nuestro ataque perpetrado desde  varios flancos. Por supuesto,  ya hay varias fotos que atestiguan lo acontecido. Por unos momentos nos olvidamos de la premura que nos marcaba el destino precordillerano, pero cual alarma que nos vuelve al camino alguien dice “ che!, vamos que se nos hace tarde”.

Los cinturones del auto nos dan nuevamente ese abrazo flaco y raro, el conductor “tiempo completo” parece haber recargado las pilas (seguramente fue el michay), pone música, tararea y pregunta “¿che, qué pasa con el mate?”. Mientras el mate danza al ritmo de la música la cámara fotográfica no quiere perder protagonismo, cada tanto una piedra, una hondonada, un mallín, unas ovejas, un rancho allá a lo lejos, son inmortalizados. En eso estamos cuando un poco más raudamente hace su aparición ante nuestras  miradas Clemente Onelli, un pueblo ubicado en el Departamento 25 de Mayo, a la vera de la Ruta Nacional 23 que de tanto estar ahí ya está acostumbrado a soportar durante el invierno 20º  bajo cero.

No podemos pasar así como así. ¿Y dónde parar sino en una escuela? La Escuela Hogar 104 está de puertas abiertas, aunque todavía las clases no han comenzado, el portero nos recibe con la amabilidad propia de la gente del lugar, seduciendo nuestra permanencia con el elemento que jamás falla…el mate…que mas que un mate reflejaba la necesidad del diálogo…donde la distancia se traduce en silencios. Pero el tiempo apremia y el camino espera, debimos partir, cargando en el recuerdo aquel afectuoso abrazo.

La ruta 23 alentaba la marcha entre mate y mate. Sensaciones encontradas, silencios prolongados, algún párpado que caía abrumado por el cansancio de varias horas recorridas, acompañaban la tarde. Sorpresivamente un nuevo personaje adquiría protagonismo ante nuestras miradas atónitas, una pequeña criatura de la naturaleza, que con tanto ímpetu  demandó una verdadera incursión fotográfica,  rápidamente se escabullía y en su andar zigzagueante obligó al improvisado fotógrafo a volver al auto con huellas de una persecución acalorada:   un tobillo doblado, raspadura de neneos, y la respiración agitada, pero en sus manos, orgulloso traía  como trofeo la única imagen que logro capturar.  Quienes conocen la zona ya habrán adivinado de quién hablamos, pero aquellos que no gozan del privilegio de conocer estas bellezas de nuestra provincia, tenemos la necesidad de mencionar de quien se trata: “el piche”.

La diversión es parte de la militancia, y por ello la risa nos acompañó varios kilómetros, y mientras el paisaje era una postal eterna, sin darnos cuenta dejábamos atrás el departamento 25 de mayo, para permitir que el camino nos llevara hacia Comallo, municipio del departamento de Pilcaniyeu, donde nuestro baqueano, nos condujo a quien proveyera del combustible necesario para hacer frente a la larga travesía que nos llevaría a nuestro siguiente destino.

El camino un poco más agreste, se convertía lentamente en una huella desdibujada y polvorienta, atrás quedaba Cañadón Chileno y Laguna blanca, donde sus escuelas esperan el inicio del periodo marzo- diciembre; la frescura de la arboleda  florecía en medio de tanta estepa.

Escuela Hogar N° 120, Pilquiniyeu del Limay, 20 horas. La noche se aproximaba y, aunque faltaban muchos kilómetros para regresar al lugar donde pernoctaríamos, estábamos decididos a compartir con  los compañeros y compañeras y escuchar lo que tenían para contar.

“…el convencimiento en las ideas vence la más dura de las hostilidades: la indiferencia…”

En un principio, la aridez del paisaje pareció tomar posesión del espacio de las relaciones humanas. Pero cuando los trabajadores de la educación encuentran los momentos de apertura y de escucha, son las necesidades en común las que establecen el puente.

Era la certeza de la falta de potabilidad del agua, la ausencia de capacitación, el cierre de escuelas y secciones como consecuencia de la comunicación virtual, entre otros temas, poco a poco fueron amenizando la reunión y dejando  a la cordialidad  que cerrara la noche entre pizzas y truco. La oscuridad y la dificultad del camino no son buenas compañías para viajeros  inexpertos. El cansancio y la lógica indicaban que los párpados se cerrarían allí.

Al día siguiente, un aroma seductor a tortas fritas nos indicaba que era hora de abandonar las sábanas y retomar la huella. Nuestra despedida de los compañeros, compañeras y personal de servicios generales (a quienes agradecemos su afectuosidad) se amalgamó con la alegre llegada de los niños y niñas quienes con sus mochilas al hombro estaban dispuestos a comenzar con la jornada de trabajo.

Con el espíritu fortalecido, sin más GPS que las referencias de las tranqueras y los apellidos de los lugareños: “Pasá por la casa de … ” reiniciamos la marcha cerro abajo ( o arriba?).Esta vez, algún cauquén o alguna bandurria nos saludaron al paso. Seguía siendo la cámara fotográfica la sexta pasajera dispuesta a no perder detalle alguno. Ante la duda,” siempre a la izquierda” era la consigna que respetaba el piloto y el copiloto. Pero la aguja del tablero del auto…esa que indica el combustible…esa que era el centro de las miradas por el momento..también respetaba la consigna, “para la izquierda” y por esta vez, y ante tanto espacio, tanta distancia, esa izquierda nos inquietaba.

Lejos de la abundante señalización citadina, y en donde solo cambia de forma la nube, “uno aprende”, se aprende el valor de la confianza en el otro.Una atmósfera de duda invadía el habitáculo, que habia sido nuestro espacio tantas horas, y mientras nuestros ojos no veían  mas horizonte que la soledad misma, un sentir algo extraño nos colmaba de confianza, confianza en nuestros compañeros de viaje, confianza en que cada  elección era la correcta para encontrar el camino. Camino que transitamos a paso de hombre y porque no decirlo, también lo transitamos caminando, sacando piedras del camino y no metafóricamente dicho.

Mas ese camino de 64 kilómetros que nos demandò casi seis horas de viaje, nos llevó a donde la vara de la justicia se torna retractil, donde la vara misma es contradictoria , donde la prisa está  en encender la hoguera para que todos vean como algunos arden, pero la mano que maneja la vara no se juzga, y la justicia así es injusta. Son los niños de esta escuela quienes no pudieron ver que ellos son la razón de ser de toda acción. Es el dueño de la mano, el que maneja la vara, el irresponsable que permitió impunemente que estos pequeños, carguen de por vida con la huella de aquel pasado, que infelizmente no dejará de marcarlos.

 

…”abriendo tranqueras”…

Así llegamos a Colan Conue,  a la escuela hogar n° 216,  es una localidad y comisión de fomento del Departamento 25 de Mayoprovincia de Río Negro, que se encuentra ubicada a 100 km al norte de Ingeniero Jacobacci por la Ruta Provincial 6. Segùn un informe del INDEC del 2001 contaba con 95 habitantes. Interesante y muy necesario contar con los datos del ùltimo censo.

Compañeros auxiliares nos dieron la bienvenida, donde con poca luz del día, y entre dientes nos comentaron que allí el ETAP no llega, que hechos anteriores los habían dejado quebrados, pero que nadie trató el tema. Y si habíamos comenzado a notar las permanencias en sus realidades, la movilidad, la imposibilidad de capacitación, el tiempo y la dificultad de los caminos, la lejanía de la escuela y todos aquellos conflictos que conviven con nuestros maestros de campo y que en su soledad misma, sortean cada día.

Todo esto se amenizaba con el jolgorio del picadito, que desde la canchita del patio nos brindaba el futbol femenino de las mamás de la escuela.

Finalizaba nuestro segundo día de viaje. Debíamos volver a Jacobacci, y por delante faltaba  90 kilómetros, ya por ruta de ripio, y esto nos alentaba. El diálogo volvía a ser nuestro compañero, mientras que las primeras estrellas empezaban a salpicar el inmenso cielo patagónico. La admiración por el paisaje anochecido se mezclaba con el cansancio.

El docente siempre sabe que con el ejemplo se educa, sabe de solidaridad,  sabe que la nafta del bidón alcanzaba para llegar, entonces no hicimos más que parar a compartir el combustible con aquel lugareño, que con la calma del lugar y de la costumbre, esperaba…a la  vera del camino.

Un par de horas habían trascurrido y las luces alcanzaban a divisarse allá a lo lejos. Una sopa caliente nos esperaba, con la calidez de las manos de la esposa de un militante, que con la mesa servida sabe ocultar en sus ojos la preocupación de la espera. A la compañera… muchas gracias.

Nuestra recorrida se acercaba al regreso….esa noche descansamos profundamente, esperando que llegara el día para volver al camino. Seguramente, cada uno de nosotros, antes de cerrar los ojos, encontró más de una bandera, para levantar en la lucha militante del sindicato…

Jueves, 27 de enero, el día nos recibe con el aroma del café, una visita a la radio nacional, fue la escala matutina, antes de iniciar la marcha hacia Atraico.

Esta vez, eran solo 30 kilómetros, casi al medio día llegamos a la Escuela Hogar nº 162.

“El oasis” dijo orgulloso el copiloto… ¡ y si! La maravillosa arboleda nos saludaba desde lejos.

Era casi el medio dìa y  los compañeros y compañeras de la escuela de  Atraicó realizaban sus tareas cotidianas,  los niños del  turno mañana terminaban su jornada y al salir al patio nos saludaron uno por uno, con un cariñoso beso, mientras que en el comedor, el grupo de los más pequeños esperaba el almuerzo.

Mientras esperábamos, aprovechamos para recorrer la escuela, contemplar aquel hermoso paisaje en el que se encuentra, pateamos alguna pelota que llegó a nuestros pies junto a la voz de:..¡ pasala!.  

 Esta, como las anteriores, es una escuela hogar del periodo septiembre-mayo, de nuestra Línea Sur. Donde la postergación està al alcance de los ojos. Y como no podía ser de otra forma también, permanecía en pie, como su bandera y su campana, resistiendo ante el avasallante cierre de secciones al que apunta el sistema. Al parecer una constante…Aquí nos comentaban las compañeras y los compañeros, con sobrada preocupación, que la cantidad y calidad de los alimentos que les proveían para el comedor les fue reducida. Y entre otras cosas, como la ausencia del ETAP, la movilidad, la elección de delegado… con tristeza escuchamos que esos niños no podían tener las clases de las áreas especiales que sostiene nuestro diseño curricular, porque no contaban con la matricula suficiente. Entonces como evitar pensar:…”¿es acaso que el derecho a la igualdad de oportunidades, es relativo a la matricula?…” bueno…al parecer en esta región lo es.

Las horas de charla con estos compañeros y estas compañeras, sin pausa fueron trascurriendo. El mate y el pan casero alivianaron las palabras que expresaron algunas diferencias; diferencias que más que separarnos, en aquella tranquilidad, parecían acercarnos.

El trabajo de los niños siempre es atractivo para un docente, pero lo que nos dejó sin palabras, fue el riesgo y la precariedad con la que las niñas y los niños trabajaban en el taller de artesanías. Inaceptable a nuestros ojos. Cables a la altura de una cabecita, enchufes colgando sin ningún tipo de protección, el cielo raso completamente deteriorado, del piso y las paredes no se podría decir nada diferente. Y allí en esas condiciones, cada día estos pequeños, intentan apropiarse de su cultura. Un tejido, una costura en cuero, algún que otro teñido de lana, son los hermosos trabajos que pudimos contemplar, sin superar el impacto  por esas condiciones edilicias.

El reloj indicaba las cuatro de la tarde, momento del regreso. Saludamos y agradecimos el tiempo compartido

Ya en Jacobacci, y luego de compartir un almuerzo a destiempo, nos despedimos de Tony, quien nos había brindado su hogar y su grata compañía.  Era necesario recargar con combustible el automóvil, que fielmente nos había trasladado.

Iniciamos el regreso, entre charla, diario, y la música una vez más como anfitriona. Que nos invitó en más de una ocasión a entonar una canción. El cansancio no lograba opacar la alegría de haber compartido con las y los compañeras/os de esas escuelas rurales. La política, la historia, la ideología, no podían ser mas, que temas del algún que otro debate que emprendimos, con el afán de amenizar el viaje de regreso. Realmente volvíamos a casa y cada uno traía al igual que al inicio, la firme convicción de volver. Como lo habíamos prometido.

Casi a media noche, las luces de la ciudad nos indicaban que llegábamos a destino. Nos queda una experiencia maravillosa que seguramente quedará en nuestros recuerdos para siempre, para revivir cuando algún reencuentro nos sorprenda. Nos queda también el compromiso de generar las condiciones para empezar a encontrar respuestas concretas a las condicviones a las que hacen frente todos nuestros compañeros y nuestras compañeras.

(*) por:

  • Oscar Muños
  • Noelia Magioni
  • Adrian Carrizo