“(…) Todos juntos, trabajadores, estudiantes, hombres de todas las ideologías,
Agustín Tosco
de todas las religiones, con nuestras diferencias lógicas, sepamos unirnos para construir una
sociedad más justa, donde el hombre no sea lobo del hombre, sino su Compañero y su Hermano”
Un año en la vida de los pueblos es una gota de agua en el río de la historia. Pero hay gotas, años, que marcan un antes y un después, un brazo del río que no puede franquearse sin que la memoria aflore.
El 29 de mayo del ’69, el pueblo cordobés ocupó las calles de su ciudad capital en protesta contra una dictadura que aplicaba con saña un ajuste brutal y una persecución feroz a sindicalistas no alineados y a estudiantes que ejercían su derecho a pensar y expresarse.
Fue como una réplica de ese mayo anterior en que París ardió bajo la consigna: “La imaginación al poder” y una inmensa pancarta con el retrato de un argentino memorable encabezaba la manifestación. Fue como si la misma chispa -aunque la motivación fuera diferente- hubiera encendido el fuego en las calles cordobesas.
El gobierno de Onganía tambaleante por la persecución a los líderes sindicales nucleados en la CGT de los Argentinos, y los políticos que propiciaban una vuelta a la democracia sin proscripciones, no acusó ninguna debilidad en el puño para firmar la orden de reprimir, creyendo que el Ejército con el plomo y la pólvora de sus balas apagaría el incendio.
El asesinato del estudiante Mena reavivó la llamas. El espíritu revolucionario que animó al pueblo a resistir en las calles, más allá de la sangre derramada, pronto fructificó en réplicas memorables como el Rosariazo, el Malarguazo en la región el Cipolletazo, formaron parte de un largo y honroso etcétera que conmovió al País entero. Meses después, Onganía presentó su renuncia.
El Cordobazo no fue una gota más en el río de la historia argentina: nos enseñó que el pueblo organizado y la movilización popular son las armas poderosas e inevitables para luchar contra toda injusticia.
Así lo entendieron: René Salamanca, Raimundo Ongaro, Atilio López , Agustín Tosco, y nuestro inefable y querido Rodolfo Walsh.
Gral. Roca – Fiske Menuco, 28 de mayo 2014
Luis Genga, Secretario de Derechos Humanos, Género e igualdad de Oportunidades
María Inés Hernández, Secretaria de Prensa, Comunicación y Cultura