Las crónicas de hoy dicen que Eduardo Galeano falleció en su Montevideo natal, que su nombre completo era Eduardo Germán María Hughes Galeano, en el seno de una familia de clase alta, católica y ancestros absolutamente europeos. También que en su juventud trabajó como obrero de fábrica, dibujante, pintor, mensajero, mecanógrafo y cajero de banco, entre otros oficios.
Dicen también que su inicio en los medios puede situarse a los 14 años cuando vendió su primera caricatura política al semanario El Sol, del Partido Socialista uruguayo. Que los sucesivos golpes de Estado en su país lo hicieron conocer las cárceles, mientras que la censura y los escuadrones de la muerte lo rastrearon por distintos países de América Latina hasta que se convenció que debía atravesar el océano para calmar a las bestias.
Expertos en cultura se explayan sobre sus trabajos como editor, sus libros y sus premios. Pero el latido más fuerte de su legado se palpita por las redes sociales. Sin distinción de ningún tipo, miles de personas replican frases, comparten sus libros, opinan, multiplican videos con su imagen y con su voz, el mundo virtual hoy está “Galeanizado”, extraña paradoja de un escritor que hasta hace pocos años escribía sus historias en libretas mínimas, con letra menuda y una agudeza impecable.
Entonces, entre los pliegues de estas resonancias, de estos humildes homenajes de la “gente de a pié” es posible reconocer la inmensidad de su obra, porque desde sus textos abrió infinitas puertas para salir a pensar, le puso palabras al oprobio, al dolor y a la esperanza y escribió la historia a América Latina, desde adentro hacia afuera, desnaturalizando lo dicho como verdad absoluta por los imperios, para justificar su voracidad dominante que devoró pueblos, vidas e identidades.
Como otra paradoja del destino “Las Venas abiertas de América Latina” fue material de estudio en las universidades europeas, que ayudó a crear conciencia entre sus estudiantes, sin embargo, ningún sistema educativo de América Latina lo tiene entre sus programas de estudio.
Escribió y cuestionó todo, desde la educación hasta el fútbol, desde los manuales hasta los protocolos, en cada cosa que forma parte del entramado social encontró materia prima para ser analizada, repensada, reconstruida. Así, con pequeños retazos de la realidad cotidiana, ayudó a recuperar la identidad de un continente.
Como Galileo, que fue capaz de descentrar a la tierra, para quebrar el discurso oficial que justificaba el poder hegemónico de la Iglesia, Galeano puso de cabeza el mapamundi, descentró de la historia oficial a Europa y contribuyó a que miles de lectores lograran comprender que las certezas podían transformarse en dudas, y que las dudas podía ayudar a construir nuevas cartografías económicas, sociales y políticas.
En estos nuevos mapas, seguirán transitando sus escritos, sembrando utopías, encendiendo fueguitos. Será, tal vez nuestro tiempo como educadores y educadoras, de tomar la posta que nos deja sin importar cuan pequeño sea el acto, pero comprendiendo que atreverse a cambiar a veces implica “cosas chiquitas. (que) No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Babá. Pero quizá desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable.”
Gral Roca – Fiske Menuco, 13 de abril de 2015
María Inés Hernández, Secretaria de Prensa, Comunicación y Cultura