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Leticia Margarita Oliva

27/12/78. Leticia Margarita Oliva nació el 26 de agosto de 1948 en Plaza Huincul, Neuquén. Fue secuestrada el 27 de diciembre de 1978 junto a Susana Míguez, en un operativo realizado en el departamento que compartían en Capital Federal.

Su padre, Juan Bautista Lorenzo Oliva, era inspector de YPF y su madre, Margarita Carmen Bellocchio, ama de casa. En su juventud comenzó a militar en Montoneros, donde la llamaban Naty, junto a su esposo Orlando René Méndez, Toto. Del ’74 al ’76 Leticia militó en la Agrupación Evita de Montoneros y compartió tareas con Marta Álvarez. En la iglesia Santa Amelia de Capital Federal organizaron junto a otras mujeres una guardería para los niños del barrio. En 1976 Marta fue secuestrada y llevada a la Escuela de Mecánica de la Armada, donde permaneció hasta el inicio de la democracia. Estando en cautiverio tomó conocimiento de que Toto había caído con su beba y había muerto por haber ingerido “la pastilla”. Marta pidió cuidar a la nena el tiempo que fuera necesario y, antes que la llevaran para dejarla en Casa Cuna, escribió en un papelito informando que era hija de Orlando Méndez, militante montonero. Gracias a esa nota la familia de Laura dio con ella.

Leticia fue secuestrada el 27 de diciembre de 1978 junto a Susana Míguez, en un operativo realizado en el departamento que compartían en Capital Federal. Su compañera fue liberada horas después y aunque no pudo determinar el lugar en el que ambas fueron alojadas, la hipótesis actual del equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) es que permanecieron en una casa operativa de la Aeronáutica dependiente de la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA).

La desaparición de Leticia forma parte de la causa caratulada “Suárez Mason, Carlos Guillermo y otros s/privación ilegal de la libertad agravada, homicidio…”, que investiga violaciones a los derechos humanos cometidos entre 1976 y 1983, atribuidos a personal dependiente del Primer Cuerpo del Ejército o sometido operacionalmente a él, en Capital Federal y las provincias de Buenos Aires y La Pampa. El expediente se encuentra frenado por falta de pruebas en el Juzgado Criminal y Correccional Federal N° 3, a cargo del Juez Daniel Rafecas.

Orlando René Méndez “Toto”

Orlando René Méndez tenía una cita de contacto ese 21 de octubre de 1976. Alrededor de las 16 tomó en sus brazos a Laura con rumbo desconocido.

—No lleves a la nena —sugirió la dueña de casa.

—Pero si voy y vuelvo —contestó. Pero nunca lo hizo.

Un grupo de tareas lo secuestró en plena calle junto a su niña de ocho meses y lo condujo a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), adonde llegó sin vida.

—¿Lo conocés? —preguntó un verdugo a Marta Álvarez, mostrándole una foto del entrerriano.

—Claro, es Toto —respondió la mujer, que permanecía detenida-desaparecida en el centro clandestino.

—Cayó con una beba —le confirmó.

Desde entonces, Marta cuidó de Laura. La arropó, la protegió. Tuvo un sentimiento especial hacia esa pequeña, que sentía indefensa. Fue así hasta que supo qué destino tendría. Entonces, arriesgando su vida, Marta escribió en un pequeño papel que esa beba era hija de Orlando René Méndez y de Leticia Margarita Oliva. Cuando la pequeña llegó a la Casa Cuna, el mensaje fue descubierto en su pañal. Pronto su historia fue publicada en los medios. Era un confuso mensaje, pero lo suficientemente claro para la madre y los abuelos. Así, Laura fue rescatada y entregada a la familia paterna. Por seguridad pasó unos tres meses en Concordia, al amparo de los abuelos, hasta que Leticia llegó a buscarla. Juntas regresaron a Buenos Aires.

Leticia Margarita Oliva, desde la desaparición de Orlando, cambió su fisonomía, dejó de tener contacto con Montoneros y abandonó la casa de Hurlingham, en provincia de Buenos Aires, para mudarse a Capital Federal. Intentó tener una nueva vida. Por momentos sintió que lo había logrado. Incluso llegó a hablarlo con excompañeros de militancia, ante quienes desestimó el exilio. Su vida transcurría entre el trabajo de administrativa en un hospital, el estudio de Psicología Social y el departamento que compartía con una amiga y su pequeña hija. Pero no todo era como lo pensaba.

El 27 de diciembre de 1978, un grupo conformado por unos diez hombres de civil, fuertemente armados, llegó al departamento. Increparon a la niñera que cuidaba de Laura, acusaron a Leticia de ladrona y en medio de amenazas resolvieron que se quedarían en el lugar hasta que ella regresara. Pidieron comida, robaron distintos elementos. Las horas pasaron. Primero llegó Susana Miguez, la compañera de techo, que recibió los primeros maltratos y fue atada y amordazada, y finalmente lo hizo Leticia. Los golpes continuaron, hasta que las dos mujeres fueron sacadas del lugar con rumbo desconocido.

Según consta en la denuncia que efectuó la niñera tras el procedimiento, Leticia pidió a la patota despedirse de su niña. Entonces pudo darle un beso. Fue el último contacto que tuvieron. Laura tenía tres años y un mes.

Laura Méndez Oliva pasó un niñez y adolescencia en Concordia.

Durante su secuestro, a Leticia le permitieron hacer algunas llamadas telefónicas. Llamó un par de veces a la casa de sus padres en Bahía Blanca, y a un teléfono en Capital Federal de la tía de su compañero, Orlando Méndez, desaparecido dos años antes. El último llamado fue el 7 de febrero de 1979.

Desde entonces no se supo absolutamente nada, hasta que el equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) pudo establecer que un cuerpo encontrado el 13 de febrero de 1979 en las aguas de la costa de la localidad bonaerense de Verónica, y que fue enterrado, una semana después, como NN en el cementerio de Magdalena, pertenece a Leticia Oliva.

En 2005, a partir de una denuncia realizada por las tumbas que se encontraban en Verónica y Magdalena, comenzó una investigación, que 10 años después resulta en el hallazgo que revela la identidad del cuerpo de Leticia Oliva.

Según relatan los habitantes de la zona, era común encontrar cuerpos por el Río de La Plata, pero las órdenes eran que tenían que enterrarse como NN, razón por la cuál en el caso en mención es llevado al cementerio de la localidad vecina de Magdalena bajo una partida de defunción, como “NN”. Así sucedía con otros cuerpos durante la dictadura genocida, ya que provenían de los llamados vuelos de la muerte, en su mayoría con secuestrados de la ESMA, Campo de Mayo y Fuerza Aérea. Esto además fue comprobado por los signos que presentaban los cuerpos hallados, además de las torturas, provocados por la caída al agua. Un dato importante, dado a conocer por quienes trabajaron en el cementerio de Magdalena durante la dictadura, es que allí hay 43 tumbas NN.

Así como el silencio reinaba en el pueblo donde “mandaban” los militares, la impunidad se propagaba por décadas. Totalmente diferente sería si los archivos de la dictadura en poder de las Fuerzas Armadas y servicios de inteligencia y el estado mismo, se abrieran y se pusieran al servicio de conocer el destino de los desaparecidos y de los hijos apropiados que aún buscan su identidad.


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