Cristina De Cano, Stela Sosa y Luis Genga testificaron el 13 de junio de 2012, en el juicio la Escuelita II, contra represores que actuaron en Neuquén y Río Negro. Silvia Botinelli, compañera de Genga, brindó testimonio el 14, ante al Tribunal Oral Federal en Neuquén. Cuatro testimonios de una misma historia de persecución a docentes y miembros del sindicato.
¡Señorita hay soldados!
En 1976, luego del golpe de Estado, Estela Sosa se encontraba dando clases en la Escuela 50 de Cipolletti, cuando un alumno dijo: “¡Señorita hay soldados!”. El director era Luis Genga, Secretario General de la UnTER. Un grupo de militares rastrillaba y revisaba el terreno. Otro chico gritó: “¡carabineros, nos van a matar a todos. Ud. no me entiende, nos tenemos que ir!”. La escuela ubicada en zona de chacras, había recibido estudiantes de Chile, país en el que gobernaban las fuerzas armadas desde 1973.
“Entraron corriendo y con armas cruzadas, era un policía el que daba órdenes a los soldados. Tenía chaqueta y pantalón negro, sin identificación. Tenía un plano, conocía la escuela”, testimonió Estela. Eran dos las docentes que se encontraban, en ese momento, en el establecimiento. Según contó Sosa guardó entre sus cosas personales un libro de actas de la UnTER que vio en el escritorio de la dirección. Relató que entraron al salón un soldado y un policía; éste incrustó una barreta en el techo, cayeron las tablas, polvillo, buscaban algo. Salió al patio con los chicos, donde estaba la otra maestra con otro grupo.
Luego Estela siguió a un soldado, que daba ordenes a la vivienda del director. Le preguntó quiénes se reunían en la escuela. “Hacemos reuniones pedagógicas, con padres”, contestó ella. ¡Me refiero a reuniones políticas!, le dijo el militar. La maestra contó que tiraron y revisaron todo, le preguntaron dónde vivía: Después se agruparon frente a la vivienda del director; las maestras y el grupo de estudiantes entraron. En caravana se fueron los camiones militares. Ellas despidieron a los chicos y chicas, de entre 6 y 14 años. Les pidieron que cuenten a sus familias lo ocurrido y prepararon una valija para Luis.
La docente contó que se fue con su familia de Cipolletti, porque “habían preguntado en el Consejo Provincial de Educación nuestra dirección. Nos avisaron que no fuéramos a nuestro domicilio. Antes de irnos lo vi (a Genga), estaba irreconocible, lastimado, había bajado de peso, le pregunté dónde había estado. En el Batallón de Neuquén, me dijo”.
Cristina De Cano, junto a Elena Meraviglia y los padres de las hermanas Botinelli realizaron gestiones por su libertad.
“Te perdono mi cárcel, mi cadena, las de mi patria no”
Luis Genga, fue designado primer Secretario General de la UnTER en la creación del sindicato en un Congreso en San Antonio Oeste, el 30 de junio de 1974. Era además Secretario de Cultura de la Junta Ejecutiva de CTERA. Docente cordobés, ejerció como maestro en su provincia natal, en Chubut, luego en Río Negro en la localidad de El Cain, y después como director con grado a cargo en la escuela de chacra Nº 50 de Cipolletti, además de docente en la Universidad Nacional del Comahue.
Señaló en su testimonio que “El 24 de marzo de 1976 sentí que debía retornar a la dirección de la escuela porque por mandato de la Junta Militar, cesaba toda actividad sindical. Fui avisado por personal docente que el 25 de marzo ingresaron a la escuela en plan vandálico”. Contó que las maestras le llevaron ropa para que se fuera, que se dirigió a la escuela y en el libro de registros escribió “me ausento en servicio hacia la Comisaría de Cipolletti”.
En 1976, Antonio Alberto Camarelli, era el Jefe de la Comisaria 24 de Cipolletti y de Operaciones Especiales en la Subzona 5212 y Gustavo Viton estaba cargo de la Compañía A del Batallón de Ingeniero de Construcciones 181. El 24 de marzo de ese año se le asignó la Jefatura del Area 5.2.1, con asiento en la Comisaría 24 de Cipolletti. En 2012 estaba detenido en el penal de Marcos Paz. Luis Genga indicó que en la Comisaría estaban sus “cartas personales, documentación de UnTER, libros de texto, robados de mi casa”.
Señaló que Camarelli y Viton, lo interrogaron por cuatro horas. Le preguntaron “Cómo se conformó la UnTER, quiénes conformaban la Comisión Directiva, por qué hacían paro, por qué habían marchado tantas veces, qué hacían en la escuela, por qué consiguió la licencia sindical, cuál era la vinculación de la UnTER con CTERA”. Indicó que “me preguntaban por Alfredo Bravo. Me preguntaban por libros que usaba en la cátedra de la universidad: “Las Venas Abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano, por “Rojo y Negro” de Stendhal. Me preguntaron por personas”. Luego de ese interrogatorio Genga regresó al establecimiento. Como proyecto y como medida de seguridad contó que “trabajé con escuela abierta, incrementé la actividad con los padres”.
El 2 de septiembre de 1976, fue secuestrado en Cipolletti, junto a Jorge Villafañe, las hermanas María Cristina y Silvia Botinelli, y trasladados/as al Centro Clandestino de Detención y tortura “la Escuelita” que funcionaba en el Batallón de Construcciones 181 del Ejército en Neuquén. Comentó que “nos empujaron, nos tironearon para bajar. Cambian la capucha por una venda. Se me clavó a la altura de los ojos, sobre la nariz, me arrancó la piel. También tengo la marca de una cadena con que me ataban a la cucheta”.
Luis contó sobre los golpes y el calvario de los interrogatorios bajo tortura. Se repetían las preguntas que le hicieron en la Comisaría de Cipolletti. Luego de 10 días de horror, indicó que “me cargan en un coche, percibo que hay una persona, intuí que era Cristina Botinelli, intercambiamos un apretón de dedos. Nos tiraban vivos o muertos”.
“Me tiraron a mi primero, en Barda del Medio. No distinguía nada. Tenía la sensación de que tenía una pierna más corta, rodé a un canal de riego, me di un baño, me lavé la vista ensangrentada”. Señaló que un camionero lo llevó a Cordero y que llegó en taxi a Cipolletti. Ahí supo que Villafañe y las hermanas Botinelli estaban libres.
“Fue muy duro soportar que me quisieran asesinar. Cuando salí en libertad pensé que era hermoso respirar y ver el sol. No sabía qué hacer”, contó que se quedó en la escuela hasta febrero de 1977, luego partió al exilio.
Al final de su declaración, Luis Genga expresó “no asisto por resarcimiento económico alguno, no asisto por venganza, no quiero venganza, quiero colaborar con la justicia, que se mantenga viva la memoria sabiendo que esto sucedió. Le pido a ustedes señores jueces, hagan justicia”. Luego dijo “Yo te perdono mi cárcel, mi cadena pero, como argentino, las de mi patria no”.
Nota redactada por Nadine Carreño Conejera
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