“Podrán cortar todas la flores pero no detendrán la primavera”
Pablo Neruda
Cuando los colores estallaban en las plazas de Argentina del ’76, las calles estaban doliendo ausencias y el silencio de la noche se quebraba bajo borceguíes, rudas órdenes de alto y el miedo invadía los cuerpos, rompía lealtades y quebraba definitivamente amaneceres.
En septiembre del `76, la primavera no podía dejar de florecer, pero lo hacía con pena, con rabia, Latinoamérica sangraba mientras sus generales y sus cómplices civiles intentaban coartar los vientos que desataban las voces de una generación que creía en otro mundo posible.
En la noche del 16 de septiembre, los Falcon Verde dejaron sus huellas, una vez más, sobre el asfalto, las botas rompieron puertas y manos asesinas arrancaron de sus camas a chicas y chicos que, pese a su juventud, ya tenían muy claro que no había ningún cambio posible si no se construía colectivamente, comprometiéndose con una causa, denunciando la injusticia y dignificando al desprotegido.
Esa madrugada, las gargantas desesperadas de los afectos gritaron sus nombres, y se sumaron a las de quienes cada noche, cada día vivieron el horror, acrecentando la negra lista de las víctimas del terrorismo de Estado imperante.
De 30 mil desaparecido/as, 232 eran adolescentes, la mayoría militaba en organizaciones políticas y/o sociales, no sólo luchaban en sus colegios secundarios por el boleto estudiantil, también en organizaciones políticas y sociales, trabajan con las comunidades, en las villas, ya se habían definido por una opción de vida que rechazaba la neutralidad, que tomaba cuerpo en la resistencia y en la militancia.
No se los llevaron por su ingenuidad, se los llevaron porque sabían que no aceptaban pasivamente el avance de la dictadura, se las llevaron porque necesitaban fragmentar a la sociedad, silenciar a quienes se les oponían para implementar el plan que fragmentó a la sociedad, que destruyó la economía nacional y que entregó el destino del país a los mercaderes del poder hegemónico.
Lo que no pudieron lograr fue quebrar definitivamente la dignidad de una parte del pueblo que se hizo Madre, Abuela de Plaza de Mayo, que se negó a callar, que acompañó y también resistió, que dijo NO a la persecución y al silencio de quienes fueron vencidos por el miedo o prefirieron la indiferencia que los hizo cómplices.
La dictadura y sus partícipes lograron dejar su impronta en un modelo económico, pero no pudieron quebrar la convicción de miles de militantes que se dejaron seducir por la vida a costa de su propia muerte, porque no pudieron doblegar la voluntad de quienes quedaron vivos y continuaron diciendo No a la injusticia, a la exclusión, al hambre que asesina niñas y niños, a la impunidad que corrompe.
No pudieron lograr su objetivo, porque en las nuevas luchas, están sus luchas, en las nuevas voces están sus voces, en los nuevos brazos están sus brazos, porque ellas y ellos son parte del “nosotros” como parte de la memoria que construye futuro haciéndose presente.
Gral. Roca – Fiske Menuco, 15 de septiembre de 2006
Orlando Solaro, Secretario de Prensa
Carlos Tolosa, Secretario General